Llamar a una víctima punitivista es violencia política y simbólica. Las víctimas y sobrevivientes no tenemos porque ser correctas, tenemos derecho de gritar nuestro dolor y rabia, tenemos derecho a denunciar penalmente si así lo decidimos, de hacer públicas nuestras historias si lo consideramos reparador, tenemos derecho a buscar justicia.
Por eso hoy, a los feminismos nos recordamos, que la pedagogía de la impunidad es patriarcal.
A las organizaciones sociales, feministas, llamamos a cuestionarnos nuestras prácticas de silenciamiento y encubrimiento cuando las denuncias públicas son en contra de personas cercanas a nuestras organizaciones sociales, integrantes de las mismas, amigos o conocidos. Dejemos de usar las narrativas de los poderes hegemónicos que tanto cuestionamos. Dejemos de llamar “cancelación” a las consecuencias de los actos de los agresores.
A Mishell y las otras víctimas, les decimos que estamos en disposición de juntarnos a pensar y articular estrategias colectivas de lucha contra la impunidad, y construir espacios de crítica y autocrítica sobre racismo, explotación laboral, violencia y acoso en el trabajo que nos permitan abrir el debate y reflexión al interior de nuestras propias organizaciones.